jueves, 15 de julio de 2010

Capítulo ocho, el interrogatorio


Marta Ferrero.

Victoria entró en mi habitación intentando no sonreír.
-Puedes gritar, chillar, saltar y sonreír después de que me cuentes qué ha pasado, por qué estás tan feliz.
Ella rodó los ojos, sonriendo.
-Un chico me besó-confesó.
Abrí los ojos de par en par, sonriendo más ampliamente que ella. Ella pensaba que no, pero Vicki era una persona esencial en mi vida. Desde que sus padres murieron y vino a vivir a Santander con papá, mamá y yo, todo esto se llenó de alegría.
-¿Quién? ¿Cuándo ha sido? ¿Dónde?-pregunté casi gritando.
Ella emitió una risita nerviosa y siseó, llevándose el dedo índice a los labios.
-Ha sido esta tarde después de que me largase del café, en un chiringuito de la playa-me contestó.
-No has respondido a la pregunta más importante... ¿quién?-grité en un susurro.
Ella negó con la cabeza, frunciendo los labios en un intento de reprimir esa brillante y bonita sonrisa. Me señaló.
-¿Y Diego?-me preguntó sin parar de señalarme.
Bufé, y volví a agachar la cabeza para mirar la revista que había sobre la cama.
-Se marchó poco después que tú.-alcé la mirada, mirándola-¿Sabes? Creo que me voy a dar por vencida.
Su semblante se volvió serio, frío.
-¿Tú? ¿Darte por vencida?-sacudió la cabeza.
-Éste tío es un golfo, y yo voy a asentar la cabeza. No voy a dejarme llevar por el primero que pase-mis palabras sonaban como si aún intentase convencerme a mí misma.

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