sábado, 3 de julio de 2010

Capítulo uno; el encontronazo.


Diego Carreño.
Cuando vi a esa chica, el corazón empezó a bombear con fuerza y rapidez contra mi pecho. Sus movimientos al son de la música hacían que su cabello color bronce se moviese con soltura, dejando que los grandes tirabuzones se enredaran entre sí. Tenía una figura estilizada, esbelta. Su color de piel era dorado, tenía un bronceado brillante difícil de resistir. Su vestido era negro, con una leve capa de algo semejante a la purpurina, que la hacía brillar aún más. El corto vestido le llegaba a mitad del muslo, y sus tacones de aguja negros eran de vértigo. "Debe ser valiente, no le teme a las alturas" pensé para mí mismo, sonriendo de medio lado.
-Diego, estoy aquí-la voz chillona de Carla hizo romper la magia con la que miraba a la chica. Bajé la vista para alcanzar a verla.
-Qué quieres-respondí con irritación.
-No sé, vinimos al local los dos juntos y no me prestas atención-me dijo dejando sobre la barra su bebida.
Me llevé las manos a las sienes, resoplé, reprimiendo las ganas que tenía de darle un zapatazo y gritarle que se marchase. Era insoportable. No sabía ni cómo había aceptado salir esa noche con ella.
-Lo siento, no estoy demasiado bien-saqué de mi bolsillo un par de billetes, se los tendí.-Cógete un taxi, no es bueno que tus padres vean que te llevo a casa.
Asintió, y se marchó con pesar. Aliviado, decidí acercarme a la chica. Apuré mi copa de Martini y crucé la multitud intentando no perderla de vista. Bailaba con unas chicas que parecían ser de mi edad, es decir, algo mayores que ella. Parecía tener... unos quince años. Pero era realmente hermosa. Su brillante y blanca sonrisa contrastaba con el tono de su piel. Bailé con un grupo de chicas que se acercaron, dándole la espalda a la bonita adolescente, cuando "casualmente" me choqué con ella, haciendola verter su bebida al suelo.

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